Cuando todos ya duermen, el silencio es una
pesada perra que vigila la casa, pero que llega tarde. Mi hermana María Julia y
mi hermano Tomás no dejan de morir en estos cuartos, casi puedo escuchar esa
renuencia a desaparecer.
Sólo entonces enciendo un cigarrillo y puedo
sentir cómo todo va a consumirse entre mis labios. Esta pequeña flama ilumina
los rostros de mis muertos. La noche de mi voz claudica en mi garganta.
De: “Canción del navegante de si mismo”
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