La sazón del hueso
Nada
hay especial en las mujeres de la calle.
Nadie
sabe sus compromisos ni su salud mental.
La
propiedad de sus trajes ligeros, sus zapatillas
de piel
importada.
En la
casa nos espera la conquista, la mesa
y la
sazón del hueso.
Afuera
somos intimidados por virus
en los
cuerpos divinos.
En los
ojos perfectos perdemos la mirada
y la
cabeza.
Me
cansa el jardín, la electricidad,
los mercados
a la hora del sábado.
Las
historias de las mujeres de la calle son
como el
fútbol, aburridas,
siempre
repiten las mismas jugadas.
O las
carreras de caballos, sólo gana uno.
Aunque
parezcamos un animal de zoológico
en la
casa,
nada es
comparable a la vida secreta,
sagrada
de los ciudadanos.
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