El tableteo de la sátira
I
Suelto
cabriolas desgreñadas
sobre
las alfombras del paisaje
arqueo mi cuerpo
rodeado
de ciruelas, crisantemos
un morado de flores resecas
y el
mordaz sabor de los arándanos
busco
camorra
salto
arranco
cerezas
desangro
ramos
en el
vello de la tierra
crecen
dedos suculentos
los
corto de un tajo
caen
los dedos
y aún
en el suelo
se
agitan
con el
ahogo del llanto
troncho los fetos recién florecen
mato los pájaros
II
Jadea
el viento
se
inflaman las mareas
el mar
mortecino
se
moldea en azulado abismo
suelo
comerme las sirenas
sirenas
rojas enroscadas en las costa
de
escamas sombrías como las ojeras
las
arrastro lejos de la cueva de los sátiros
al
vapor negro de las sombras
donde
el musgo es
de
mojado tabaco
se
desangrarán docenas de ellas
quedarán
secas
disecadas
por el viento
condenadas
a quebrarse
al
quebranto sobre la sucia tierra
III
Yo la
pequeña y dulce cara de niño
soy la
dama de espesas crines
una
cabeza en la ventana
de
carne y pelos
la miel
de la piedra soy
el
sátiro
y la
vellosidad hiriente
de todos ellos
el
vaivén de los perros sobre las caderas
los
lengüetazos
perros y sus testículos golpeando
entre las patas
aún
no hay música para mi canto
aún no hay flores para mi boca
ni laúd ni ocarina ni arpa
soy un
violín de gruñidos oxidados
creo en el silencio
vivir bajo el tablero
en espera de la nueva guerra
IV
Se
descarna la mañana
y de
pronto me encuentro sin memoria
sólo oro quemado
ante
las arrugas del cielo
se me
rompen los pasos
como
las tostadas hojas
de los
árboles muertos
nada
sabrán sobre mí
no
sabrá nadie sobre mi sexo
aunque
todos lo conocieron
en esta
tierra manchada con el excremento
de las moscas
todo lo
borra el tiempo
ni el dolor se salva
todo lo
que olvidamos
nos
hace existir menos
todo lo
que se olvida
nos
hace existir menos
menos soy
cuando
menos recuerdo
soy menos
cuando menos recuerdos tengo
no recuerdo soy menos
no recuerdo
Todo lo que fui se esconde bajo las hojas
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