Declaración de fe
Me
declaro a favor
de los
amores que se vuelven rutina:
esos
que suelen suscitarse
entre
quienes comen juntos
tres
veces al día;
duermen
tomados de la mano
y
despiertan siempre
a la
misma hora
y en la
misma cama.
Es
decir,
me
declaro a favor
de esos
amantes
que
juegan a besarse
como si
untaran mantequilla
en un
pan de centeno;
y se
aman día a día
—noche
a noche—
con las
mismas tristísimas
y ridículas
frases;
pronunciadas
de tal forma
que
parecen destilar por todo el cuerpo
la miel
de una colmena entera.
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