viernes, 17 de agosto de 2018

NATALIA GÓMEZ





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El poeta que es poeta
no siempre tiene el poema en la boca,
mucho menos
a la hora de comer
o de dormir.
El poeta que es poeta
no tiene un par de noches por ojos
o miel por lengua,
no necesita crear versos
para desatar furias,
es ya una cólera.
Ah, pero en cambio
el poeta que no es poeta
presume tener la poesía en el aparato digestivo,
que las cosas se vuelven flores con sólo hablar de ellas
y el cerebro prodigio que envuelve su ser
se eleva con la magia que produce
una linda tarde de primavera.
¡Oh, queridos poetas que no son poetas,
convertid vuestra gracia en ausencia
y embutidlo en su trasero!





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