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El
poeta que es poeta
no
siempre tiene el poema en la boca,
mucho
menos
a la
hora de comer
o de
dormir.
El
poeta que es poeta
no
tiene un par de noches por ojos
o
miel por lengua,
no
necesita crear versos
para
desatar furias,
es
ya una cólera.
Ah,
pero en cambio
el
poeta que no es poeta
presume
tener la poesía en el aparato digestivo,
que
las cosas se vuelven flores con sólo hablar de ellas
y el
cerebro prodigio que envuelve su ser
se
eleva con la magia que produce
una
linda tarde de primavera.
¡Oh,
queridos poetas que no son poetas,
convertid
vuestra gracia en ausencia
y
embutidlo en su trasero!
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