El que no es cabrón no es hombre
La
suerte le dio el martillazo a su cochinito, sacó sus ahorros y acabó
de mandarme a chingar a mi madre.
Si seré
pendejo.
No son
épocas de echar el rol con contemplaciones, de
jugar al buen amigo con el pellejo.
La
ciudad no da la mano, no abre las piernas, tira patadas
como monito de futbolito.
(15 de
abril, a la primavera le aprietan los choclos, trae la lengua
de corbata como si le hubieran robado
toda
su crema, toda su nata)
Salgo a
la calle y no me queda otra que rumiar, que chupar
calcio en la Avenida Alcalde.
Mi
corazón echa vinagre, mi esqueleto se marea, el muy
puto se lleva las manos a la cabeza
y dice
que la muerte es un puchero sentimentalón difícil
de tragar como el pinole.
Camino
de a gallinita ciega.
La
tranquilidad de las 6 de la tarde me pega en las
costillas seis campanazos en todo lo alto.
Esta
tranquilidad es una macana lista para cualquier
mandado;
las
moscas que atormenten la seguridad del sistema
tendrán
que vérselas con el Borra-Manchas.
Caminen
pajaritos, circulen por favor.
Y sigo,
las mujeres están buenas y frías como sorbetes,
no
quieren acostarse con uno, no se atreven siquiera a
meter la mano por la bragueta.
Oh, oh
desolación (esta risa es de pendejo).
Y qué
pinche embuste,
qué
momento para estar chingando a mi madre.
Si seré
pendejo, si me faltará muchísimo para cabrón.
De: “El Pobrecito señor X”
No hay comentarios:
Publicar un comentario