domingo, 25 de noviembre de 2018

SARA MONTAÑO ESCOBAR





Mi mente es
un cuadro minimalista
un niño con los ojos sin pupilas
 manos abiertas
y un cinturón enorme en su torso.

Señor psicoanalista, no lea esto.
No quiera convertir mi pasado
en incesto
en traición
en viga que un elefante rosado eleva hasta las nubes
para que todos vuelen.

Porque yo volé, señor psicoanalista,
en los brazos de mi padre
yo fui pañuelo en sus pies
y líquido amargo
que aún corre por mis ojos.

Y todos los cinturones a esta hora aprietan mis senos
Y todos los silencios somos mis hermanos y yo corriendo
hasta convertirnos en polvo en la olla de sopa.

Porque ya le dije, señor psicoanalista
ni madre siempre fue sabia
nos daba de comer su tristeza
¿Y su padre? Dirá usted,
 y yo callaré
y contemplaré en mi memoria
a un hombre que nace del único órgano
que aún me duele.

Contemplaré el vacío en cada rostro
llamaré fuego a cada hombre
y jamás amaré a ninguno de ellos
porque nunca tuve corazón.

Señor psicoanalista
nací muerta
y solo quiero su leche
para confirmar mi idea del amor
y todas sus carencias.

Pero nada importa…
A esta hora todos duermen y yo construyo falos de tierra y los hago semidioses
¿Usted ha visto que todo gira en torno a esto?
Las mujeres de la publicidad, la comida light, el evangelio.

Siga fumando y yo reiré con la angustia cortopunzante de haberlo entendido todo precozmente.
Precozmente fui mujer en un campo de flores, en donde niños exiliados corrían detrás de las montañas y volvían convertidos en tristes hombres.
Precozmente miré mis muslos cubiertos de una mancha rojiza y mi madre lloró por mí
y yo jamás entendí su llanto
hasta que,
recostada en una cama
entendí que el amor sería mi pubis y todas sus devoluciones.

Precozmente mi sangre y su génesis.
Precozmente una manada de hombres depositó
su semen en mi vientre

Y yo lloré la herencia estéril del amor no correspondido.


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