Bravata
Ya no
debo escribir del amor,
sin
embargo aquí estoy:
puliendo
malos versos de pésimo augurio.
Hablando
con lenguaje miserable
de la
cosa más hermosa en este triste universo:
tu
mirada.
No hay
nada nuevo que decir,
todo
está dicho:
precipicio
de luz tu presencia,
barro
de fuego en mi memoria,
transparencia
fugaz,
don de
lenguas.
De
Catulo a Lizalde,
pasando
por Carreto y Cardenal,
se ha
ido construyendo esta palabra
que
quema las arterias del tiempo.
Tradición
mal habida de los enamorados
que
conocen la mirada de dios en su alma.
Ya no
debo escribir del amor,
pero
duele y es cierto:
no hay
palabra que sobre
cuando
es la poesía quien nos consuela.
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