miércoles, 10 de abril de 2019

ANTONIA POZZI





Riberas perdidas



No junto a claros ríos
sino a orillas de tristes ciénagas
descansábamos;
sumergir la mano
era perderla
en el cieno
corrompido del fondo.

Y el verde de los olmos
lucía
en la calígine;
estaban frescas las flores
del prado;
y de otras flores se nutría
valiente
el corazón.

Pero el agua fangosa atravesaba
el camino;
aquel olor corrupto deshacía
el doliente latir de la ternura;
era imposible sofocar
la misteriosa voz
gimiente.
Estábamos perdidos.


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