Luz blanca
Entré,
al alba,
en un
pequeño cementerio.
Fue en
un país lejano,
al pie
de una torre grisácea,
huérfana
ya de voces
de
campanas,
mientras
aún la niebla
plateaba
las
encinas oscuras,
los
altos setos,
los
brezos
violeta.
En el
pequeño cementerio,
las
lápidas,
dirigidas
a Oriente,
como en
blanca sonrisa,
rostros
de ciego parecían
que,
alineados, marchasen
al
encuentro del sol.
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