Duelo de peritos
No
hay nada que un hombre no le haría a otro
Carolyn
Forché
La
mató la fractura de una piedra en la boca.
Más
tarde fue violada viva en una fiesta.
“Murió
de sobredosis”
dijeron
los peritos, finalmente.
En
la puna los astros aullaban por la niña
como
perlas rasgadas.
El
soldado habría muerto
después
de
tropezarse:
¿Qué
insensato le habló de libertad?
Le
bordaron a golpes las costillas.
Para
algunos fue “un mártir necesario”.
La
modelo resbaló de la azotea
en
la finca alquilada por el novio.
“Su
amor era tan puro”, contaban los vecinos.
“Al
caer al vacío estaba muerta”, dijeron en la morgue.
Se
suicidó el fiscal. Pero más tarde
se
habló
de
un asesino.
La
autopsia mostró que le pegaron.
Y
un cuchillo de orquídeas oxidadas.
Y
el disparo en la sien.
Los
filósofos acusan a los dioses:
¿cómo
permite, un demiurgo, tanto sufrimiento?
“Si
quiso eliminar el mal pero no pudo, es impotente”
“Si
no quiso, es malvado”
“Si
no pudo y no quiso, es malo y débil”
Descartes
habló de un genio sucio que busca confundirnos.
Otros
crearon historias con deidades que pactan con el fuego.
La
modelo, el soldado, el fiscal y la niña
han
mirado la cara de los lobos
y
no ajustan sus cuentas con fantasmas.
Desde
arriba,
Dios
observa la masacre de sus títeres
con
los hilos cortados.
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