martes, 13 de agosto de 2019

ANDRÉS ELOY BLANCO





Abel llega al mar



De noche en el Golfo Triste,
donde Colón pescó la sirena de América.

Se fue a pique un velero.
Tiene la quilla hacia el cielo
y hacia el fondo los masteleros.

Un náufrago
bracea en mitad del golfo.
Rema con manos suaves, como vientre de pez;
la luna pone en su frente
ese livor que estampa en la sábana a los huesos.

En las olas caen sus ojos,
tributarios de sombra.

Allá va Venezuela, sin puerto,
allí van, medio ahogados,
Ayacucho y lo otro y la mitad de esto.

Pero el hombre llega a la playa
y al pisarla,
sintió en su propio pecho el corazón de la ciudad,
la voz del gran destino paralelo
que le decía: «¡Tierra adentro! ¡No moriremos en el mar!»


De: “Abel y su casa”


No hay comentarios:

Publicar un comentario