Escrito en el camino
El último tramo del camino
siguió por las aceras que alinderan las casas altas. Atrás quedaron los
jardines de las casas bajas con sus melenas colgantes y se abrió al paso la
bulla de los puentes, la luz de los paraderos de buses. Un corrillo de mujeres,
paradas bajo un enjambre de árboles, estalló de pronto en risas. Fue una
algarabía que apenas suelta se dispersó hasta los parajes circundantes, la
placita umbrosa, los cobertizos de los paraderos y las barandas de los puentes.
Las últimas risas me alcanzaron al final de la calle. Y con risas seguí mi
camino.
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