VII
Los
brezos pueden reventar en mi mano.
No
lloraré. Porque la mañana retiene la noche.
Y
todas las otras formas luminosas.
El
lirio desposa al insecto y lo rechaza.
Soy
el dios extranjero, cielo.
Soy
el dios desconocido, tierra.
Las
reses se dispersan en la campiña blanca.
Pacen
su dorso natural. Y siguen.
Martirio
y amor en mi renuncia.
Nada
queda por la mitad.
Muero
apenas en el recuerdo de mi sangre.
De: “Dentro de la estrella
blanca”
Versión de Eduardo Langagne
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