Crístoris
Coronado
de púas,
entreabierto
y salino,
aguarda
como astilla
en
la carne,
como
alubia de nervios
Lo
tocas y es guinda
su
dolor
La
punta de tu lengua
lo
electriza
aunque
al frotarlo
es
néctar lo que suda
Crucificado
allí,
tallado
en el relieve
de
unos labios
los
groseros lo increpan,
le
ensartan el acero de una pica
o
lo lamen nerviosos
como
se lame el dulce o las heridas
Trepado
en el madero
de
los muslos
espera
tu saliva
o
tu desprecio
Es
rojo
Es
mínimo
Es
el hijo
de
Dios.
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