II
Memoria de la plata
Mi
padre solía fumar en las noches
sentado
afuera de la casa.
El
calor del verano inundaba el mundo.
Todas
las estrellas se reunían sobre nosotros
como
si ninguna pudiera perderse.
Yo
miraba el cerro de la mina
y
a lo lejos escuchaba el sonido de los molinos,
el
rumor subterráneo de metales, hombres y agua
herrumbrada.
Creía
que la plata era blanca, brillante como la lluvia
en
las noches,
o
como los reflejos del río o del agua estancada junto
a
las peñas;
aún
creía que iluminaba a la mina como una gran
cascada.
Ignoraba
que era negra,
que
era un verano sofocante
como
una espuma de asfixia o muerte,
y
que los hombres caían como nuevas noches
en
un túnel sin estrellas, sin viento,
sin
un padre fumando al lado de ellos.
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