martes, 26 de noviembre de 2019

FRANCISCO VILLAESPESA





La sabia mano a cuyo tacto ardiente...



La sabia mano a cuyo tacto ardiente
vibra la carne como un instrumento,
prolongó la agonía del momento
en una languidez intermitente...

¡Oh, el cálido contacto de tu frente!
¡Oh, tu dorso desnudo y opulento
echado sobre mí, como un sediento
sobre la superficie de una fuente!

Mis besos perfumaron el vacío
de un húmedo y mortal escalofrío...
¡Y bajo tu melena estremecida

en un áureo manojo de serpientes,
sentí sangrar y sucumbir mi vida,
entre el canibalismo de tus dientes!

 

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