Ángelus
Era,
no era
un
jardín.
Era
el inicio.
Volteamos
en la noche la esquina
sumergida,
en ahogo casi
bajo
la crecida de la enredadera.
Era
desbocada la corriente.
Eran
tus sílabas.
Tus
verbos.
Era
tu mano amplia.
Era
un aguacero dentro.
Era
ya de una vez la nostalgia de tu tacto.
Y
la vida.
Era
un peñasco en desbandada.
Eran
tus dedos.
Era
el tiempo: duraba.
Era
esa esquina.
Era,
no era
el
inicio.
Era
este día sin esquina.
Eran
los instantes arrebatados.
Caídos.
Era
tu silueta gastada.
Eras
el dios nocturno.
Desde
la cúpula, en la capilla
—en
cada gotear de la luz sobre lo negro—
eres
la razón de arrodillarme.
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