lunes, 6 de abril de 2020

IVÁN CARVAJAL





En las circunscripciones de Circe
  
Ella me ha hecho perder mis viejos usos
hasta que todos me reputan loco.
Ezra Pound, La Fraisne



I

Lo que debía recordar del mundo
Hallaba prontamente en las formas de su cuerpo
Transfigurado en abismos marinos
En oídos del día
Labios de la noche tendidos en la playa del firmamento

Infatigable yo corría tras sus pájaros
Sus carcajadas
Ya que mis ojos emergieran de la cueva que cava el topo
Ya que despertara sobre la copa
Del ciprés
En múltiples caminatas la rodeaba
Para volver a empezar
Las migraciones
Lamiendo su sal
Y el sol orillaba sus pezones
Tostando al tiesto los ojos con que la descendí
Con que la trepé
Con que la abordé a la alborada
¡La lluvia a cántaros en su piel!

En ocasiones de su voz volvían las memorias
De cuanto supe en las ciudades
Donde me entretuve a descansar
Vastos escombros
Sucesión del derrumbe a la sombra de sus miembros
Ella era un collage de fantasmas
Enloquecer
O regarse por el piso
O saltar por la ventana
Hacia la revuelta
y el deseo
(un dios niño con garras de dios padre
comanda el caos
y enmienda el caos)
y el deseo
Nunca satisfecho con el fin de la obra
Nos volvía al comienzo.


II

Más allá de los dos
No existe límite alguno para transgredirlo

Yo no me ocupo en planear evasiones

Cuido sus chiqueros placenteramente

Maga de cuanto es propicio
Transmuta su figura desde el día hasta la noche

Desde siempre
En la oscuridad la busco
En el rescoldo
En el respaldo
Resuello
Resbalo
Incesante graznido.


III

Desperdiciados
Desperdigados
Pasos donados a la noche
Al juego de dados
Me detengo en los bares
A mojar el bigote en cerveza
En vinagre
Seguido de cerca por viejas porteras
Asciendo escalón tras escalón
Oyendo espléndidos gemidos
Gorgotear de aguas
Roer en maderas
Gran salpicazón de las sangres
Chorros de aire
Trabajos de la carne
Nada hay tan plácido
Como perseguir el ruido de la motocicleta por las avenidas
Nada como dejar caer en el gaznate las ruinas heladas
de la medianoche
Comedor de maní
Comendador y creyente


NÁUFRAGO

Sea tu vagabundeo hasta el fin
Que aquí me dieron de palos
o allá hundí hondamente el cuchillo
(No importa entrar en precisiones)
y prosigo
Tras los pasos supuestos
Tras el brillo soñado de un impermeable de muchacha
A lo largo del muelle
Verticalmente por las escaleras
Alardeando del macanudo desorden del alma
¿Osarán —me pregunto—
Osarán los cartesianos demonios del Engaño
Tentar en la memoria hasta este límite?

Los faros de los autos me acanallan
Otro menos fuerte que yo
O más avergonzado
Se arrrojaría bajo las ruedas
Yo me sostengo
He venido con sólidos motivos
El que adorne con violetas los ojos de la joven prostituta
Es pura diversión

Lo mismo haría Hamlet para despistar a los curiosos
Pero quizás yo logre arribar a la terraza
(Me venía diciendo
Mientras escuchaba canciones de beodos
A las esposas en batas de dormir)
Y quiera extenderme
a lo largo del suelo húmedo

Contra la oscura indiferencia del cielo de septiembre.


IV

Del otro lado de los eucaliptos
La monja nos abandona
Al extravío

En el delirio
Lívida
Espantada
Blanqueando el viento con su grito de pudor
La monja blanquecina
Punto blanco

MONAJADA

Anonadados permanecemos
Al pie de los altos árboles
índices de qué torpezas
De qué páginas
La conciencia
pudriéndose (en reventazones de naranja)

Y el aullido pesa más que la ceguera y la sordera.


VII

Sahara

La noche se ufana de afanarnos
La mano rasga las vestiduras
Caricia
Hisopo que borra el confín
Del desnudo
Matemática que confunde abismo y cima
En el letargo
Cesa
Cesa la antigua lucha
Urdida entre oxígeno y carbono
Trabazón de las lenguas
Red del olvido
En el perfume de la noche
Aun el apacible olor de las malvas
Se violenta
La mano
En el dibujo de una escritura de fantasmas
Instantánea
Y sólo el silencio de su fin se guarda en la memoria.




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