sábado, 22 de agosto de 2020

ALTAÍR TEJEDA DE TAMEZ





El cuadro



Pienso a veces que somos
como esos cuadros que exhiben
en los museos.
Les ponen marco dorado,
les buscan el mejor sitio
y el público que acude a contemplarlos
comenta complacido los errores o aciertos
y da un juicio final sobre el artista
que en el lienzo dejó algo de sí mismo
para que el mundo sepa su existencia
cuando él ya se haya ido.
Pero sucede a veces que alguno de los críticos
sabe más que los otros y algo advierte…
Descuelga el cuadro
quita el marco dorado y sin ningún miramiento
principia a trabajar sobre del lienzo;
y luego ve cómo van surgiendo
cual fantasmas ignotos, nuevos seres
que sin ser advertidos, coexistían
envueltos en penumbra
junto a los rostros por la luz bañados;
y aparecen de pronto, casi impúdicamente
mostrando su dolor o su alegría
en una escena en la que son intrusos.

A veces pienso, que así somos nosotros:
con fantasmas adentro
que un pintor aterrado
había ocultado antes para pintar sobre ellos
agradables figuras
que en el mundo pasearan su decoro y respeto.



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