miércoles, 2 de septiembre de 2020

ROQUE ESTEBAN SCARPA





Elegía romántica



¿Cómo eres sin mi amor?
Aquella luz codiciosa de su propia hermosura,
y ese viento o delirio de muy ardiente sangre
y soledad confundida por un amado sueño,
sin mi amor, ya no eres.
Una voz oscura te ciñe la garganta
y arrastra aristas grises esa risa amarilla.
Dos alas de niebla son tus párpados dulces.

Mi luz, la sombra aún viste de figuras de fuego,
pero no sueñes alboradas de gaviotas,
no pienses en el caliente rumor
de un jardín de azafrán que ha encendido la tarde.
Sólo existe para siempre un amor que nos hiere
y el gris devora lento la carne de los días.
Como tú, nadie olvida. Las antiguas violetas
escuchan aún caer las blancas lluvias.
Tal en un aire vagan de nostalgia
un color hecho aroma,
un prado alzado a ojos,
nube o mirada de una tarde lenta.

Mira: el polvo rehace las violetas
y los inviernos que sueñan las violetas.
Nadie quiere mortajas, nadie pide silencios
en que el estéril yelo queme forma y pupila.
Oye, amor. ¿Me oyes?
También el aire sueña pechos en que morir,
porque la sangre aliente.
También el amor muere, mortal mantenimiento,
porque el hombre no olvida su sonrisa de niño.
Oye amor. ¿Me oyes?
Nadie como tu olvida.
Destruye el tiempo verde, desuella mi esperanza,
pero vive y existe en el resplandor del día.
Deja que en ti apacienten mis ojos sus heridas,
deja que en ti se muera mi soledad divina.
Oye, amor, esa música que gime la penumbra:
es un río de agujas y un clavel deshojado.
¿Por qué tu nombre suena en esta noche seca
como un río de agujas y un clavel exprimido?
Las lágrimas también se secan: hoy lo he sabido.
Con el amor hay que morir a solas.




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