De espejos, poemas y suicidios
Basta un pequeño olvido
un instante de distracción
y las agujas del reloj
inician
un tiempo propio para cada gesto.
Entonces
los espejos no sirven para reflejarnos:
es nuestro rostro que repite la figura
unidimensional y fría
dibujada en el vidrio.
Puede multiplicarse nuestra boca
para llenar el espacio de sonidos.
Pueden superponerse nuestros ojos,
ubicarse en el medio de la frente
para competir con Júpiter
sobre el dominio del aire y del cielo.
Puede haber la voluntad
de destrabar las entrañas
y producir ese vómito atrasado
que escarbaba la memoria.
Es posible que los pómulos
acompañen la violencia volcánica
acumulada
contra uno mismo
contra el propio silencio.
También el suicidio tiene cabida,
se puede repetir la figura neutral
y justificar la impasividad del espejo.
Todo es probable tratándose de espejos,
han acumulado en sucesivas estaciones
las ínfimas señales de cada poro,
los signos de cada paso de las horas,
los desvaríos que provoca un olvido
un poema
un instante de distracción.
Todo es probable tratándose de espejos,
sólo ellos desnudan nuestro rostro:
sospechoso cómplice de uno mismo
o con la palidez indiferente del idiota
cuando acaba de orinarse en público.
No hay comentarios:
Publicar un comentario