martes, 6 de abril de 2021

PATRICIA TRIGUEROS

 

 

 

No se distinguen ni el principio ni el fin

 

 

Las lentejuelas azules combinaban esa noche
con el manto, con la noche profunda; el brillo.
Ojitos de amigos de infancia resaltan con guiños,

 

Guían los bailes. Los novios habían bailado y ahora
todos brindamos, cerca de la lumbre calurosa
de los globos que lanzamos y dejamos ir.

 

Una pausa para verlos subir, pero no sé cuántos volaron.

 

Se elevaron más de 10 faroles, sonrisa partida ese día
en el lago, como un homenaje al faro perdido, sus llamas
se ven solo en anécdotas —éstos también se perdieron.

 

El cerro verde se oculta por las noches, esparcido
entre el calor y el frío que apenas entiendo, volcándose
en cosquillas de mi piel, aunque sé cómo funciona.

 

El foco se enciende. Se llena de aire caliente y se van
haciendo más chiquitos y uno los pierde de vista. Estos
globos pasajeros están hechos para dejar ir, son ellos
los que te capturan: les das tu atención, ojos clavados
cuando encienden noches oscuras, enamoran y vuelan.

 

Frente al lago profundo, con su paz aparente, me miraste.

 

Te quedaste quieto, queriendo huir o más bien fundirte
en ese reflejo de llamaradas y destellos, amores fugaces
y farolillos perdidos, advertencias de incendios fallidos.

 

No pudimos contener el fuego, ni tampoco prever los años
de mi voz atascada en tu espalda, nuestro impase sin vals
y el centelleante murmuro del brillo de tantos momentos.

 

Historias que cautivan, queman. Cenizas barnizan tu rostro.

 

De mí es mejor soltarse antes de que el aire caliente infle
y ruborice mis mejías. Me vas a volver a robar el calor
en el pecho, casi se siente aún el apretar de otras manos.

 

Te llevas el peso de mi cabeza en tus hombros y yo me miro
en el cielo, sin la nariz que exploraba mis cabellos, y hoy
rodillas se rozaron, sin tu mano; nada más nos codeamos.

 

Cuando hay lucecitas y luz tenue, te acercas de nuevo,
cotilleando, esos faroles a la deriva por años, que guardan
la magia perdida de miradas perdidas, clavadas, puestas
en el farolito que huye
sin ver si terminan
los incendios.

 

 

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