La
bahía
En
la planicie azul de la bahía
la luz de los faroles cabrillea:
lago de plata el móvil oleaje,
hondo abismo la sombra de las peñas,
y una lancha airosa
gallarda y ligera,
no boga, que corre,
no corre, que vuela,
llevada al suave compás de los remos
y al trémulo impulso de las blancas velas,
cercando su proa de chispas de lumbre
de las tibias olas la fosforescencia.
Al
espolón de hierro, que del agua
por la tranquila inmensidad penetra
cual dedo audaz que señalan el rumbo
del Océano a la extensión inmensa,
camina la lancha
como una saeta,
y a mí me parece
de lejos al verla
llevada al suave compás de los remos
y al trémulo impulso de las blancas velas,
sobre el lomo manso de la mar dormida
con cándidas alas gaviota negra.
De:
“Gota perdida en el inmenso mar”
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