The
End
En
la cómoda seguridad de su butaca
un
hombre
decide
enfrentarse a la pantalla.
Se
agazapa en la penumbra artificial
mientras
la luz
va
danzando en formas y colores
al
ritmo escandaloso que le dicta
una
guerra imaginaria entre planetas.
Por
la sala,
se
multiplican los ruidos clandestinos:
eructos
que pretenden ser sutiles,
tacones
dando tumbos en lo oscuro
y la
casta bofetada que restringe
los
límites de una mano indagadora.
Al
amparo de la castrada libertad
que
le ofrece la tarde de domingo
el
hombre
por
fin duerme
con
la cabal certeza que en la trama
por
enésima vez nuestra fortuna
es
custodiada
por
la tierra del dólar,
sus misiles
y
sus héroes de plástico irrompible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario