Arte
poética
Oh
llamado demoníaco del surtidor poético, no me abandones a la miseria yerma la
claridad. Apártame por siempre de lo fácil, lo tangible. En la oscuridad
prolifera el asombro. Húndeme al tórrido gris de un mar llovido. Deja que me
pierda en su armonía de furias. Dame otra vez de la locura el sueño y de la
clarividencia el más ancho desvarío. Mantenme colgado de lo inimaginable.
Apóyame del aire, así caigo en lo eterno. Clávame al madero de un verso
apetecido, de una voluptuosa imagen de otra edad. Átame al dilema de cantar o
pensar. Elévame, elévame, elévame y no me sueltes nunca al rumor de lo que es.
Desanda con mi lengua los espacios invisibles. Di con mis palabras cuanto habrá
de aparecer. Diseca con un verso la belleza del instante. Haz reír un ángel y
que Dios me cele. Oh bestial, cortante llamado del tormento poético. Haz de la
sospecha pasión de mi escritura; que converjan en mi verbo los idiomas y las
pieles, y en las vibraciones espantosas de mi sangre todos los candores de la inocuidad.
Haz de mi existencia un estallido, un soplo de vocales, una idea fragante, un
ya nunca jamás. Oh monstruoso llamado del surtidor poético. Haz de cada sílaba
un lenguaje nuevo y con árboles y piedras un mundo a tu deseo. Haz del no sido
el es y del devenir un retornar sin freno. Condéname a todo, oh torrente mágico
de la poesía, menos al viciado misterio de lo exacto. Haz que mis canciones
sobrevuelen la breve infinitud del universo. Oh demoníaco, oh bestial, oh
fecundo y verbal llamado del poema.
De: Lengua
de paraíso
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