El
umbral
Todo
el día estuve esperando a las lágrimas, ansiando su salida,
pero
no hubo lágrimas. Toqué mis pestañas
y el
agua de mis ojos no era agua sino ala y pelaje,
estaba
llorando abejas. Abejas en mi rostro,
en
mi cabello. Había abejas transitando
por
mis oídos, obreras aterrizando en mi lengua
bailando
su danza de abejas mientras sus hermanas
se
enjambraban alrededor para aprenderla. Penetré
también
su lenguaje, aquellos zigzags y ciclos y trayectos,
todo
el maldito catálogo de contoneos.
Hay
tantos tonos en la geografía del néctar,
en
la astronomía del polen. Tienen que creerme,
aunque
mi boca lo empolvaba todo de amarillo
con
su polen, yo profería abejas, respiraba abejas.
Versión
de Violeta Orozco
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