La
hija de la noche
El
baile de los sifilíticos las largas torres cruzadas
la noche consiste en mi color preferido
a la sombra de los telescopios que la tenían entre sí
hoy inclinada como un cabello dulcemente
rodea la pequeña cruz de un pájaro cayendo
circunscribe afanosa una flor de dobles pétalos
como una dócil mancha de agua desanimada
al borde de mi memoria está al punto de zafarse.
Es
lo mismo que otras veces la traía prontamente
que hoy hacia otra parte se la lleva
se va con ella todavía el alma está entreabierta y húmeda
adiós adiós era la hija de la noche
el alto en que las estrellas pálidos fulgores lanzan.
Entonces
la perseguida brisa marítima
decapitando los pesados racimos de flores
de un árbol el árbol verde del hilan-hilan
galope de cuadrúpedo sobre el olor de las umbelas
venía hasta ella y le decía mañana estaremos muy lejos.
Canta
su voz dormida quiero una bebida vigorosa
oir tranquila la música terrible del mar
todo está muy obscuro pronto estaremos lejos
oh costa azul veraneantes sin sueño.
Pero
el que no sabe donde alienta el corazón por el cual suspira
que sólo lo siente a través de velos impenetrables
en todas partes con constancia ese ha perdido su alegría
y la noche cae a sus ojos llena de lanzas blancas
una sombra herida corre detrás de los viejos trenes nórdicos
observatorios sin vigilancia ahí torres momentáneas
desdibujadas declinantes yo las nombro como si partiera
adiós adiós adiós era la hija de la noche
con su estatura de miel silenciosa.
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