A Rosalbina
¡Ay,
Señor, y que frágiles nacimos!
Bien
sabéis, adorable Rosalbina,
que ante vuestro mirar de ojos de gato,
me sentí como calle sin esquina,
bizco y sordo y maltrecho y turulato!
…¿Por
qué sois para mi luciferina?…
¡Si ha mucho tiempo estoy que disparato
bajo el piramidon y la morfina
y del bromuro y del bicarbonato!
Tanta
hiel guarda el fondo de copa,
que hasta en un corredor del “Club la Tapa”,
vuestro marido viéndome patojo
y
con ganas de hacer un disparate,
me preguntó solicito: —¿Que hay vate?
Y yo le dije irónico: —Un mal de ajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario