El
día de la muerte
Lleno
de certidumbres como un muerto
cuyo se ama con la tierra
ando de mar a mar, de puerto a puerto,
pidiendo olvido y perdonando guerra.
Y
voy entre sonámbulo y despierto,
hecho a un amor de duelo que me aferra
la voz y oprime su vocablo yerto
como ceniza que al invierno aterra.
El
día de mi muerte está en mi mano,
turbia moneda gris, lento pañuelo,
en vez de áurea medalla o vela henchida.
Y yo
lo pongo al borde del verano
como un mordiente y trágico señuelo
que enceguezca los ojos de la vida.
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