Coraza
de barro
Sentarse
en la cima y no sentir nada,
subir
y subir, quedar sin respiro;
el
pecho contiene incontables recodos
y un
lastre de lodos y heridas insanas
minaron
trayectos, cegaron pasajes,
dejaron
su poso de amargos humores.
No
te alcanza el aire porque ya no puede
saltar
los escollos, romper los anclajes,
perdió
en el trayecto su impulso primario.
No
fueron los años, no es cosa del tiempo,
es
sólo que vives y vives en riesgo
de
agotar tus fuerzas en falsas batallas,
combates
librados contra un espejismo
que
azota y que duele por más que no exista
otro
contrincante que no seas tú.
Guardaste
del daño memoria indeleble
por
toda defensa, coraza de barro,
carne,
desgarro y escalofrío.
Así,
llegado al punto más alto,
no
te conmueve la inmensa belleza
ni
te sobrecoge la vista sublime,
el
justo trofeo que premia el esfuerzo;
dudas
si fue una locura,
un
delirio más de tu cabeza,
sentado
en la cumbre, exhausto y vacío.
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