Una metamorfosis del espíritu
Se
necesita una base para las libertades. Veo el cielo cubierto de espejismos de
esperanza y sangre nueva, de palabras desnudas y verdades insumisas. Veo, al
final del camino, a este pueblo desencantado, carcomido por el odio y la
revuelta, que se nutre de gritos, lágrimas y absurdos, expuesto en sus
desgarros a las llamas hambrientas de la corrupción. Desafío a los halcones
endogámicos de la abundancia inútil, los equilibristas de la buena gobernanza
financiera que masacran naciones en las laderas de los montes de la traición.
Me gustaría abuchear en la plaza pública a estos buitres con cabeza de hombre
que llenan sus vientres de lingotes de oro, piedras preciosas, dinero sucio,
gusanos intestinales de decadencia, que se regocijan con los restos putrefactos
de pueblos víctimas de genocidio en tierras saqueadas. En los umbrales
desvaídos de la democracia, no queda más que orgullo mutilado, cuerpos despedazados
por la sumisión y espíritus colgados del árbol de la fatalidad por
manipulación.
Yo
digo: «Nada es irreversible». El intrépido león de nuestras sabanas retrocede
cuando las hienas cargan.
De: “L'éternité des jours”.
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