Vuelo al
pasado
A Luis Alberto Tercero, hombre de alturas
Un Whisky a 34.000 pies de altura
baja la ligera
angustia
de estar lejos de toda solidez terrestre.
Lejanos los árboles y las nubes tendidas al paso
en
silencioso asombro.
Inconvexo el cielo desde la ventana del avión
escalando
la convexidad
del limitado cosmos inmediato.
En la ancha y confortable flotante
nave las
azafatas
que van y vienen no hablan de Miguel Ángel
ofrecen el incipiente menú del vuelo: frutillas,
mantequilla
evaporada, viandas imaginarias que se
convierten
en pastas, vino, café, té.
Almuerzo colectivo imaginando el océano a
nuestros
pies como inesperada dádiva.
Sobre las pantallas de los monitores aparece el
mapa de vuelo revelándonos el misterioso
encapsulado
de nuestro
inmediato ser: horas de vuelo, temperaturas,
millas
recorridas, altura, tiempo de llegada…
Continua el avión dormido como un insecto
sobre una
rama bamboleada repentinamente
Vous etes prie de atacher vos centure…
En la altura reina Eolo y su soplo
nos recuerda
nuestro
origen
lejano de la agreste tumba
en el hoyo florido que se nos enrosca al
pescuezo
hasta que la nave se estabiliza
y las azafatas sonríen y nos recuerdan
subrepticiamente
a Les demoiselles d’Avignon
9 horas de vuelo, tiempo elemental de una
orgía que no
comienza
mientras sostengo paganamente mi whisky
pienso en
los griegos
bebiendo vino a estas alturas
hubieran libado como si estuvieran en el templo
de Zeus
brindando por una eternidad verdadera que
aun no
soñamos.
Octubre 4, 04
No hay comentarios:
Publicar un comentario