miércoles, 5 de febrero de 2025

BELLA AJMADÚLINA

 

  

 

La Noche

A Andréi Smirnov

 


 

El alba oscurece por tres puntos

y temerosa la mano no se atreve

a irrumpir en la blancura del papel

cortando el aire denso que lo guarda.

Como sin remedio mi razón es honesta

se avergüenza de su imperfección

y no deja a la mano alcanzar la dicha

de tramar yambos con el descuido de ayer.

Mientras está plena de signos la penumbra

una idea imprecisa que hace arder mi frente,

el poder del café o la pasión nocturna

se pueden confundir con chispas

de la inteligencia.

Pero, en realidad, como grande es mi juicio

está a salvo de las locuras de estas vigilias,

pues esta ardiente excitación, como un genio,

méritos suyos no las considera.

¡Acaso es pecado desconocer mi infortunio!

Es tan inocente la pequeñez, tan dulce

la tentación de violar el anonimato

de esta noche,

nombrando todo lo que me rodea

por su nombre.

En tanto ordeno a mi mano no moverse

cada objeto me observa provocativo,

resplandece y vigila cada gesto mío

que insinúe le rinde pleitesía.

Seguro de que los amo

los objetos gruñen y mendigan,

anhelando con toda el alma

sea mi voz la que los cante.

¡Qué agradecida estoy a la vela,

quisiera hablar de su amada luz

y concederle la incansable caricia

de los epítetos! Pero, callo otra vez.

¡Qué dolor y tormento el de estar muda,

sin confesar ni con una palabra

toda la belleza que el amor

con mi pupila severa contempla!

¿De qué me avergüenzo?

¿Por qué no soy libre en la casa desierta,

bajo la nieve creciendo para escribir mal,

pero con justeza,

sobre la casa, la noche y el cielo azul

tras la ventana?

¡No quiera Dios que pierda la vergüenza

ante la hoja de papel tan indefensa

ante la vela sencilla y luminosa

ante mi rostro esfumándose en el sueño!

 

Versión de: Irina Astrau

 

 

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