Amarga
condición
El
mar está ahí.
El
agua de por sí es evidente:
elástica
y compacta,
se
deja estar, indiferente, en su volumen.
El
caballo está ahí.
¡Indeleble
presencia!
Tiembla
el bosque en sus ojos,
cuando
huele a la yegua…
¿Qué
sucede contigo?
Sólo
menguas en vez de acrecentarte,
como
un río,
cuyo
caudal exiguo,
lo
hará languidescer en las arenas.
Crees
fijar la espléndica
diadema
de los astros
y ya
es otro quien se obstina en la imagen:
el
que, sí es, no es el mismo,
el
que al brillar se extingue
para
recomenzarse.
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