Tiempo
de lo incierto
El
tiempo en que escribía estas líneas
era el tiempo del hambre,
estaba mal hablar de ello y cuando
uno decía cosas,
esas cosas que todos conocíamos,
se sentía mejor y otros por simpatía
se acercaban sintiéndose también
más justos y más buenos.
pero estaba muy mal —todos sabíamos—
decir aquellas cosas.
Para qué reprobar aquellas voces,
la ajena, la voz propia.
Soltábamos el lastre de las almas
como quien suelta un pájaro en otoño
y ve como se aleja hacia el ocaso
para buscar el sur.
Yo
nada puedo hacer, este es mi mundo.
Los hombres buenos con la frente gacha
y voz plomiza proclamaron: solo
es un negocio, lo asumimos hoy
y mañana veremos.
Qué bien vivíamos, vivimos. Era
la edad de la sonrisa
y los televisores.
Nosotros
no callamos, pero nada dijimos.
Hambre hoy al clamor de los hambrientos
ensordecido por la voz clamando
al hombre: ¡Resistid!
La
mente exhausta, el ceñidor atado
reventando de nada. Muerto el amo…
ya no quedo más rabia
para desafiar al heredero.
Hoy hambre, resistid, pero en silencio.
Mañana paz.
De: “La mala conciencia”
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