Ya
no tengo ángel de la guarda
Ya
no tengo ángel de la guarda. Un día inesperado se perdió en la llanura buscando
la plenitud y el reposo. A pesar de todo, el movimiento del cielo no cesa
todavía. Sigo caminando por el bosque con los ojos abiertos, y a veces siento
en el aire una breve eternidad. Pienso que mi ángel de la guarda – por ese
inmenso cariño por las islas – está de custodio de las profundidades del mar,
que después de todo, es la otra cara del cielo. Sé que no está en el monte Nebo
contemplando el tiempo que vendrá. Mi ángel tenía una larga cabellera negra y
sus ojos te seguían por todas partes. Cuando iba de paseo en mi bicicleta su
cabello era una llamarada de fuego negro que llamaba la atención en todo el
vecindario. Nadie la podía ver, excepto mi perro que agachaba la cabeza cuando
volaba por encima de los geranios. Ya no tengo ángel de la guarda. Ahora camino
solitario por las oscuras calles de los pinos y presiento que alguien todavía
me vigila.
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