Amanuenses
1
Del
conjuro de los viejos amanuenses
heredamos estos fósiles: un chancho,
un perro y la ballena. Del arca, el mascarón
de proa y cientos de astillas del bauprés
Heredamos
la alucinación de estar al pie
del extramuro, ansiosos por volver
de la locura y medir los metros que
perdió el poema en la realidad.
Abajo,
sus fantasmas, cautivos en escolios,
no ven el esfuerzo de la Miss por explicar
al detalle, en qué sala el grito bautismal.
A
qué edad la extremaunción.
Si
hubo ahí o no…
—¿Fatalidad
es con mayúsculas?
—Dijo
Ud. extrema…, ¿qué?
—¿Bautismal
con v o b?
Los
niños tampoco ven.
2
Ella
alucina con Vallejo
en rúbea desolación.
Atrás
Eielson azul, erídano
en el crepúsculo de Adán.
Los
niños, entre cartularios y añalejos,
Se preguntan qué hay de poesía entre
las piezas del museo: la piedra alada
y un círculo de huesos. Son representaciones.
No las cosas que debimos heredar. De los viejos
amanuenses, a duras penas lecciones de poesía,
bien aprendidas para el examen bimestral.
3
Dejémosla
alelada con la trama:
aromas noctívagos de absenta
revelan la imagen de una rosa
que seda en creciente encarnación
(música
el funk improvisado
del flâneur. En perfecto claroscuro
el piano cimbra un tango inguinal
entre las sombras del bulín)
En
otra altura la musa rumba ciega
ante el denuedo de quien escorza
un pálpito de amor contra su piel.
Más
allá los poetas hipan rimas
contumaces& el deseo cuaja
salival en alquiler.
4
«Dolosa
heredad» es una impronta
para el capítulo final. Ahora ella lee
aquel otro referido a la bohemia como
un limbo infatuante entre el véspero
y un agraz amanecer.
Pero,
insiste:
—Colónidas
con tilde.
Los
niños copian coma aquí, apóstrofe allá,
mientras ríen de esas bizarras fotos retocadas:
líridas en poses baladí (como si modelaran)
y también de sus poemas, satinados en páginas
de gloria, la que fuérales negada de raíz.
Pero
ella busca con qué
hacer soñar los pizarrones
(y con vanos leitmotivs
para el taller)
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