en
un eructo volaste los cristales
sabor feroz a las menos cuarto
babeante
mordida primera
del tú del yo vastos hasta el derretimiento
triturando
violines con los que te hacía serenata
cada vez que llegaba impuntual
empapada
de promesas
jadeante de lo que me falta
para
vernos rotos y multiplicados
en nuestra cita infinitesimal
De:
“Sombra celeste”
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