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La
hora de la confortación
cuál fue
si la conoces abrázame entonces
lame las paredes de la ciudad implacable
palpítame con todas las bondades
de tu carne que estalla
aprieta los huesos del deseo
la exhalación de la última sílaba
musitada
en el quejido fúnebre
pues de aquí en adelante
nada permanece como estaba
nada queda en su sitio
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