La
niña que junta madejas
Debo
poner mi mejilla sobre la paja de tu pecho,
quiero escuchar los rumores de la brizna que me dicen:
una flor rota no es más que la vida que rota.
Puede ser que el último pétalo de una margarita hizo caer el amor
dentro de los inútiles intestinos de las estatuas,
en el dedo índice de una muchacha que señala el cielo desnudo,
en las terrazas donde la luz es la lepra de la sombra,
en la taza donde descansa el vacío o en ese tu hueserío
que se amontona en mis ojos, que me calcifica los fonemas,
me encala y me lleva al jardín donde la muerte
se vuelve la niña que junta madejas de cabellos
y borda tu nombre y juega a formar palabras con tu polvo.
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