sábado, 13 de diciembre de 2025

LILIBETH RIVAS

 


Cavo

  

Señor, disculpe…
buscaba unos ojos como los suyos.
Bueno, parecidos.
Buscaba una barba espesa.
Bueno, no tan mal cuidada como la suya.
Disculpe, no debo juzgar
la capacidad de sus manos
ni el ángulo de tiempo
que usted tiene
para cuidar su barba,
—la suya; no la de él—.

Buscaba una voz grave…
El color de sus dientes
es parecido
a los dientes que busco.
Quizá eso tenga que ver
con la proyección
de la voz que busco,
porque dicen que el aire
transforma al sonido
por medio del color.
¿Podría hablar otra vez?
Por favor diga lo siguiente:…
¡No!, mejor no hable.

Busco un par de ojos
como las semillas de los zapotes.
¡Sí! ¡Sí! ¡Exactamente,
con esa forma y ese color!
¡Qué ojos más bellos son los que busco!
Pero los suyos, sí los suyos (no los de él),
son más pequeños y menos profundos.

Señor, perdón. Me he equivocado.
Dentro de su cuerpo no está él.
Lamento haber abierto su tumba.
Me equivoqué de cadáver.

 

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