Cae
la tarde.
El orfebre alza sus manos;
tenía voz y tenía rostro
aunque ahora cruza bajo la noche
y resulta irreconocible.
Ha caído en procesión,
piensa el muerto sin poder
oír ni la sed ni el hambre;
entre sus manos ve deshacerse
lo tangible
de la vida que aprisiona.
Cae la tarde
tras el sol.
Pía un gorrión sostenido
en el almendro
y espera paciente las vísceras
que servirán de alimento a sus crías.
Ha caído la luz
y en la calle cruza un cuerpo,
se arrastra entre los restos y miradas
de lo que un día llamó
sus amantes. Cae el sol
y en vísperas de silencio
la voz solo es un eco.
De:
“Son en la noche”
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