La
mano…
La
mano
acariciando
a la otra mano. Detenida en el límite. Avisada por sí misma.
La
mano escudándose en la voz que sobreentiende. Alianza de la voz que se distrae.
Conversaciones que fragmentan la sustancia de dos cuerpos en apariencia
íntegros.
¿Cuánto
puede demorar una mano en otra mano, sin que esta comience a sospechar de la
textura que le entrega, absorta en otra piel como en un acertijo?
Risa
cómplice del mínimo delito. Levísimo y vibrante roce que sobrepasa lo sensato.
Ataduras
casuales, amor táctil, improbable, irreal. Sucesos inocentes de la
proximidad.
Dato
inútil –público– que nadie irá a reconstruir más que las manos luego.
Vacías,
en el acto de repetir el gesto. A solas. Intenso sensual que multiplica esos
espacios fulgurantes, inasibles en la sustancia de otro cuerpo.
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