domingo, 5 de enero de 2014

LOURDES ESPÍNOLA


 

In memoriam
Simone de Beavoir


Sojuzgar cada intento vital,
cubrirlo de modestia
como antiguo abanico
escondiendo la boca del deseo.
La palabra sofoca
el furor de la pupila.
Frente
a tanto silencio compartido,
en ardid bien conocido.
La piel, brillante iridiscencia,
en anticipado banquete de los cuerpos.

Desde el útero gritó
este sexo destinado
a morder el polvo de la tierra,
esta herida de futuro trunco.
Ser sometida.
Con pequeñas uñas traté
de rasgar el útero,
desbordar el agua protectora y tibia.
Aún viva
me pregunto:
¿Cuánto tiempo lleva
cada trozo en morir,
para que liberada pueda ser
por fin
yo misma, en mi potencia?

Fui la primera que aprendió
del respirar taciturno,
de la arcilla caliente de la vida.
Nacida de las sombras
fui, infinito delirio
arriesgando vagares siderales
en la callada vena de los tiempos.
Las cuencas de mis ojos ya supieron
de apaciguada quietud,
de futuros rencores, del silencio.
Fue mi cuerpo
huracanado manantial,
cueva pariendo siglos.
Eva, yo cumplo
el destino inmortal,
incertidumbre,
anhelo de los hombres.

Romper la realidad,
desplumarla en desconocidos trozos,
y esperar
el tiempo exacto:
igualdad escondida desde siglos.
Conocerse en los otros,
estar amoratada, atada a los silencios,
fibra nutrida sólo
por su propia savia.
Mujer amortajada, germinal,
ahogada sin término
en pensamiento quieto;
quisieron (hoy y tantos)
que olvidemos.

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