El
sueño de la mujer
He
visto a más de una mujer dormir.
El
sueño de la mujer, un infinito río.
Parece
vulnerable cuando duerme,
pero
si vieras sus sueños preferirías
el
estilete cruel de sus palabras, los
oprobiosos
gestos del desprecio. Su
sueño,
el foso anular cercando el castillo del universo.
La
potencia de la creación replegada en sí, descansando,
alimentándose
del carnaval del sueño. Esa
hermandad
indisoluble de la mujer y el sueño. Pocas
mujeres
prefieren hacer el amor a dormir. Soy de las
pocas,
responderán en coro mis hipócritas lectoras.
Mas
no es así. Quien puede tener uno haciéndolo y
a
varios soñando no se equivoca. El sueño de la mujer
es
el vaso comunicante del universo. El tegumento
unitivo
de la potencia. Además, cuando duerme
es
dueña omnímoda de la palabra. Un discurso sin
respuesta,
sin contradiscurso masculino. El único
momento
en que el mundo está hecho a su gusto y
semejanza.
El hombre aparece en sus pesadillas con
una
potencia terrible para poner en peligro su vida,
la
de los hijos, los padres o el esposo amado. Pero con
mucha
frecuencia en sueños las mujeres se encuentran
con
su mismo ser ominoso y esto les gusta. El
misterio
buscando develar su propio misterio. El sueño
de
la mujer es el único espejo que no les miente.
Despiertan
como gorgonas alborotadas a buscar la
paz
del espejo de Teseo.
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