jueves, 8 de mayo de 2014

GLORIA GABUARDI



 
 

Mástiles y velas

 
 
 

El tiempo señor de mi cuerpo,

ha hecho de él su paraíso.

En los pliegues de mi corazón desvencijado

donde las honduras del alma

han hecho nido.

Un cuerpo alucinado y seducido

por el espacio sin medida de su vida interior

invadido de sueños

hasta llenar el cielo del alma,

donde la magia y la aventura

es un viaje sin fin

por la ruta del corazón.

A veces en noche de silencios

me hundo en estos sueños

con música de mar entre mis dedos

y en oleaje incansable de la sangre

hasta el límite de estos sueños

hasta el desgarre del tiempo.

Y ahí postrada de hinojos

maldigo las sombras, el dolor

la tristeza y el vacío,

el desorden de los sueños

y la confusión de los presagios

la acumulación del llanto

cuando dobla al sauce y lo sacude.

Pero Juglar comprometida con la vida

tomo mi cometa de cola errante

y vuelo por la luz de mis ojos,

me asomo entre los labios húmedos

y siento el sabor ruidoso de un volcán

el olor de los tigres al acecho

y como maga soltando los hechizos

me voy y soy viajera por mi cuerpo,

varita mágica en el umbral de mi vida

esperando la otra orilla, la ribera,

los mástiles y velas de mi esperanza,

compruebo una y cien veces más

lo fuerte que mis piernas me sostienen,

muslos de corredora

con un corazón de atleta lento en su palpitar

navegante del mar de la espuma

borrascoso y terrible en el amor

en sus borbollones de sangre

impregnando y manchando

la pantalla atiborrada de mi vida.

Pero mujer, mujer al fin,

paridora de sueños, de poemas y de hijos

regreso, espíritu fugitivo

a mi endemoniada lucha por la vida

a mi cielo encendido

a mi Francisco de Asís

a mi Enrique, mi Camilo,

mi Gloria Marimelda,

a mis jardines de tigres y jaguares.

El tiempo señor de mi cuerpo,

ha hecho de él su paraíso.

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