martes, 15 de julio de 2014

FRANCISCO MATOS PAOLI


 
 

Porque soy el poeta…


 

Porque soy el poeta,
befa mayor de la palabra,
debo tener el cielo dispuesto al mundo vano.

Y cuando chocan los seres,
qué impasible evasión, qué pábilo de lumbre
enterrada,
qué decisión baldía
hacer que todo poema se levante del ruido
y pueda representar la idea,
el fantasma infinito de los vuelos,
la eucaristía que se reconoce
en el modo de partir el pan.

Sé que el vecino hace un esfuerzo
grande
por ser hombre,
sé que debo hablar con armonía,
apaciguar el león que se come el crepúsculo.

De momento me enternezco,
me suelto en la corriente noble,
apabullo los astros con la mano y digo:
es mejor el silencio cuando se está tan muerto
y no podemos mejorar el día
común
prendido a nuestra lágrima.

Pero tengo que luchar y luchar.

Luzbel es la incomunicación,
el fácil deletreo que idiotiza,
el sedicente que
por abundancia de atmósfera
echa a perder el llanto,
ese tatuaje del olvido
que aún queda al encarnado.

Yo quisiera vivir
sin tener que ser profeta,
estar abierto en el agua como la flor de loto,
perder la huella de la noche,
no sostener más la perla del abismo,
huir hacia el cafeto florecido
que en simplicidad alaba.

Pero es imposible, Dios mío.

Si no enloquezco ahora,
¿qué será del semen de la imagen?

¿Para qué deseo el tieso
símbolo de los grandes congelados de la historia?

¿Para qué soy el patán
que se desvive en la memoria inasible,
todo rodeado de orillas,
todo poblado de insustancia,
todo clamante en el desierto?

 

De: Canto de la locura.

 

 

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