viernes, 9 de enero de 2015

ENRIQUE LARRETA




Labradores

 

Siempre encorvado, siempre cavando en el misterio.
Color y olor del surco de sus manos. En los ojos
una llorosa lumbre. Memoria de los rojos
ocaso de las tapias de un viejo cementerio.

Hombre de los trabajos y los días. Tu serio
fervor, tus araduras, tu brega en los abrojos,
tu puño que a compás estalla en los abrojos
ásperos, tus hogueras de rústico sahumerio,

¿no es eso mismo, acaso, mi existencia? ¿Qué mucho
que yo no diera tu alma por las almas aquellas,
ni tus dichos severos por todo lo que escucho?

Glorias de labrantío. Cestas multicolores.
Tus amigos: la nube, la luna, las estrellas.
Menesteres parejos los nuestros. ¡Labradores!

 

 

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