lunes, 11 de septiembre de 2017

MIGUEL FLORIANO




Sondeo de armonía moderna



Sitiado por el vocerío de las proximidades
un niño rompe,
de súbito, a llorar. (Nadie
repara en ello, excepto yo). Tras la fugaz
divisa de tal llanto –limitada
aquí por dos rebordes
de quietud o reposo–, el fingimiento
de la imagen que alentó su simulacro.

Más abajo, de espaldas a mi sombra
y a la lejanía, inquietantemente,
unos pasos se anticipan a su origen
brindándome el eco necesario
para la madurez de la tensión.
Me muevo entonces, escruto
la penumbra, pero apenas
consigo percibir silueta alguna.

Después prosigo rumbo y nada,
silencio. (Un silencio
desprendido, celoso, ávido acaso
de lo inaudible).




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